lundi 9 octobre 2017

Una tanda de vals, un pedazo de vida

El primero, cómo olvidarlo, Flor de lino... la que deshojaba noches esperando en vano que le diera un beso, la que se fue, y hoy que el campo está en flor ¡Ah Malaya!... Me falta su amor. Un principio. Una chica escucha diecisiete versiones de esta canción y de tanto escuchar y cantar crea su propia versión. Su historia, este puente que le hace cruzar el atlántico para encontrar este abrazo, este movimiento, el tango, la pasión y el amor. Ni menos. Ni más.

El segundo, Romance de barrio... Primero la cita lejana de abril... más tarde la carta de pulso febril, mintiendo que no, jurando que sí... Fue porque sí que de pronto no supimos pensar, que es más fácil renegar y partir que vivir sin olvidar. El desenlace.

Y el tercero... ¿cuál era?
Nunca te hiciste esta pregunta ¿verdad? ¿El final cuál es?
¿Qué puede ser el final? La muerte. Imprescindible para renacer.
Hoy lo reconocí. Valsecito amigo.

Vals sentimental de nuestras viejas horas,
¡nunca te escuché tan triste como ahora!
Llegas hasta mi para aumentar mi queja,
tiene tu rondín sabor a cosa vieja...
Vals sentimental, ingenuo y ondulante,
vuelvo a recordar aquellos tiempos de antes.
Una voz lejana me acusa en tu canción,
¡valcesito!... ¡y envuelve mi emoción!

Vuelca tu nostalgia febril,
tu musiquita sensual,
se que no es posible seguir
oyéndote sin llorar.
Valcesito amigo, no ves
esta incertidumbre tenaz
que no hace más
que remover y conmover
mi soledad...
Unos ojos verdes de mar
más grandes que su ilusión,
unas ansias grandes de amar...
después... llorando una voz...
Valcesito amigo, no ves
que tu musiquita sensual
no sabe más
que atormentar y atormentar
mi corazón...

Cuando llegue el fin de mi oración postrera,
quiero imaginarla así, como ella era...
Juntaré mi voz a aquellos labios suyos,
mientras tu canción nos servirá de arrullo.
Vals sentimental de nuestras horas,
ya no me verán tan triste como ahora.
Lentamente tus notas amigas cantaré,
valsecito... ¡y entonces moriré!


Me costó recordar y encontrar este último y en el camino encontré esta pepita de oro... el renacimiento. Vida. Muerte. Vida.


Con su amor mi madre me enseñó
a reír y soñar,
y con besos me alentó
a sufrir sin llorar...
En mi pecho nunca tengo hiel,
en el alma canta la lusión,
y es mi vida alegre cascabel.
¡Con oro se forjó mi corazón!...
Siempre he sido noble en el amor,
el placer, la amistad;
mi cariño no causó dolor,
mi querer fue verdad...
Cuando siento el filo de un puñal
que me clava a veces la traición,
no enmudece el pájaro ideal,
¡porque yo tengo de oro el corazón!...

Entre amor
florecí
y el dolor
huyó de mí.
Sé curar
mi aflicción
sin llorar,
¡tengo de oro el corazón!...

¡Los ruiseñores de mi alegría
van por mi vida cantando a coro
y en las campanas del alma mía
resuena el oro del corazón!...

Yo pagué la negra ingratitud
con gentil compasión,
y jamás dejó mi juventud
de entonar su canción...
Al sentir el alma enardecer
y apurar con ansia mi pasión,
no me da dolores el placer,
¡pues tengo de oro puro el corazón!...
Entre risas pasa mi vivir,
siempre amé, no sé odiar,
y convierto en trinos mi sufrir
porque sé perdonar...
Mi existencia quiero embellecer,
pues al ver que muere una ilusión,
otras bellas siento renacer,
¡mi madre me hizo de oro el corazón!...